La mirada del aguila

La mirada del aguila

Jardín Sangriento - Mini Cuento

Jardín Sangriento

Sentado frente a la ventana, entra un viento fuerte, cálido y las cortinas blancas me atrapan como los brazos de un fantasma. Tengo los ojos bien abiertos, desorbitados y los brazos entumecidos; recuerdo el pasado y miro con nostalgia su retrato en la pared.
La habitación está pintada de negro, nada se vé nítido y el retrato de mi amada se tiñe con lágrimas de sangre. El viento rápido y lejano trae hojas secas, amarillas del otoño y entre las hojas, viejas memorias y cartas de amor que me lastiman el corazón.
Aun recuerdo su sonrisa, su ternura, su algarabía, pero lo que más recuerdo es su agonía,  sus últimos suspiros y sin querer dejarme en paz sus últimas palabras que retumban en mi cabeza: no me extrañes, no me ocultes tu amor.
Todavía recuerdo ese día: el cielo nublado, no había pájaros, era otoño, todo era seco y frío. No poseía nada en el mundo, sólo mi mujer y la tuve que perder, en ese jardín hermoso tornado en sangre; fue un flash, un pestañeo, de ese maldito celoso que no pudo admitir que ella me pertenecía; maldito petulante, arrogante, macilento, hombre de poca fe.
Hice justicia por mano propia y tomé venganza con mi dolor y voluntad. Mi odio no se ha callado, mi angustia no ha cesado, nada se ha resuelto, pero por lo menos el endemoniado ya no existe más, ojo por ojo y muerte por muerte.
Aun estoy sentado en mi sillón todo apolillado, por la ventana no sólo entran hojas secas, también lluvia, lágrimas del cielo, lágrimas de mi dulce princesa. Mis pensamientos exaltan y se vuelven vertiginosos, es de noche y mañana no espero ningún arco iris, ni tampoco un gorrión que me cante en la ventana, no espero que salga el sol, ni que mi cuarto deje de estar desierto, ni que mi corazón deje de ser vacío y muerto.
Toda mi esperanza esta puesta en mí revólver, toda mi existencia esta puesta en esa bala con mi nombre. Nadie me va extrañar, porque no queda nadie, ninguna paloma me echará de menos, aunque yo no esté la vida seguirá siendo una comparsa y en mi cuarto el viento seguirá soplando, el retrato de mi doncella seguirá sangrando y los brazos del fantasma me seguirán atando y batiendo.
Apreté el gatillo y sentí un alivio, sentí como mi mujer me tomó de la mano y me llevó apurada a su jardín.
A nuestro eterno y sangriento jardín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te lo digo, me cago de gusto, excelente.