Escucho la música
en la sonrisa de los niños,
entonces me acuerdo de la vida incierta
por la que recorro.
Añoro de nuevo la infancia.
Todo está en mi mente:
los recuerdos,
mi pasado,
mis alegrías
y mis amores.
Pero también están grabadas
todas mis penas
y eso martiriza mi corazón.
Tristemente me enfrento
a la nostalgia
y en la lucha
siempre soy el perdulario,
el que muere
con cada sueño perdido.
Constantemente busco el lugar preciso,
el lugar justo
para esconderme
y estar a salvo.
Trato de escabullirme
de la soledad,
pero nunca puedo escapar de sus garras,
porque yo soy la soledad.
El cielo está nublado,
el sol esta oculto,
pero mis pesares salen a relucir.
¿Quién puede sacarme las esposas
que puso esta vida injusta en mi?
¿Quién puede saciar mi sed de amor, de fantasía?
Ya no quiero seguir siendo
esclavo de la melancolía.
Escucho la suave melodía
de tu voz,
amada mía,
pero también escucho
la agria música,
de que todo esto
es mentira.
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